Uno de los parámetros fundamentales a la hora de valorar los riesgos en minería es el concepto de peligrosidad. Este concepto está relacionado no solo con el peligro en sí mismo, sino con el hecho de que las personas estén sometidas al mismo. Por ejemplo, una mina en una zona desésrtica por la que no pasan no más de 10 personas al año presentará menor riesgo que el de una mina, pongamos por caso, en una región minera extremeña (con apenas un millón de habitantes). La razón es que la probabilidad de que acontezca un hundimiento, por ejemplo, y éste afecte a las personas o sus bienes, es mayor cuanto más personas o bienes estén expuestos al peligro.
En esta imagen vemos un socavón de unos cinco metros de profundidad, producido en los alrededores de las minas de Burguillos del Cerro. Estas minas son un lugar tradicional de visitas por parte de mineralogistas, botánicos, espeleólogos, mineros o simples excursionistas. Por eso constituye un peligro la existencia de estos minados y, si no fuera por la pericia de los vecinos o del Ayuntamiento a la hora de señalizar y balizar, serían auténticas trampas, a veces mortales.
Existen técnicas para estudiar el subsuelo sin necesidad de acceder a él directamente. Se trata de herramientas que utilizan fundamentalmente las propiedades eléctricas o electromagnéticas para detectar con alto grado de certeza la presencia de oquedades, minas subterráneas, túneles, cuevas, simas, etc. Sería interesante realizar un estudio para valorar ese riesgo, pues estas metodologías no son tan caras como pudiera parecer.
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